Si fuera un tipo de lágrima fácil y cimientos de plastilina viviría feliz dando por cierto que el determinismo, el fatalismo o el capricho de los dioses, son las únicas herramientas válidas para entender por qué en España ha enraizado ese odio hacia la propia existencia nacional; por qué son legión aquellos que detestan hasta el paroxismo cualquier referencia histórica que no dudan en calificar como un engendro, invento o simple ensoñación fruto de mentes putrefactas. Tal es así, que creo que estamos ante un caso único en todo Occidente. Y a pesar de las dosis de optimismo que puedan insuflarse, la situación ¿fratricida? no hace más que empeorar (me permito un guiño unamuniano) «entre los hunos y los hotros». Por cierto, lo que viene a continuación no es algo que ocurriera hace ochenta y nueve años: De casta le viene al galgo.
FRANCO (La esfera de los libros, 2025) de Stanley G. Payne y Jesús Palacios.
Efectivamente, esta biografía que vio la luz en 2014 (con cinco ediciones), aprovecha que se cumple el medio siglo de la muerte del dictador para ofrecer una reedición con nuevo prólogo, que en palabras de Jesús Palacios es un «ensayo histórico político sobre los cincuenta años sin Franco pero con más Franco que nunca», un trabajo excelente de dos historiadores que se adentran en las entretelas de una época sin ese apasionamiento woke (acomplejado e iletrado, valga la redundancia) que destruye todo lo que toca. A lo largo de sus más de seiscientas páginas del texto principal no se atisba mácula alguna de hagiografía, y sí un compromiso ético con los hechos históricos, con la figura del general ferrolano. Resulta inaudito que en el panorama literario español se dé tal circunstancia, y por eso es menester destacarla, porque quien tenga la costumbre de leer los comentarios que se publican en este espacio digital sabe que está en un ecosistema alejado del trampantojo. Y si, el adverbio que abre este párrafo corrobora las afirmaciones de la editorial y de otros expertos. Por último, me permito un aviso: en contra de la norma general, -destacar partes del texto- en esta ocasión he decidido hacer un cambio sustancial -algún entrecomillado aparecerá- apoyándome en la obra. Espero no haber errado el tiro.
Algunos antecedentes
Durante la lectura emergió la desazón, el desánimo y hasta diría que una suerte de devastación anímica, porque no se puede calificar de otra forma estar asistiendo a la repetición de uno de los periodos históricos más terribles desarrollados en suelo español, porque si observamos los años treinta y los últimos cincuenta ¿No se notan elementos comunes, idénticos. Un calco trágico?
Una de las virtudes que atesora este libro, tal vez la clave de bóveda en forma de arcano, es que muestra un cuerpo -la Nación- abierto en canal mostrando en toda su crudeza un cáncer que se ha extendido cual metástasis; y es de general conocimiento que llegados a este diagnóstico sólo queda contar los días que restan hasta el óbito. ¿Exagero? Comprobemoss si tal debilidad ha hecho presa en quien esto escribe, y para ello nada mejor que retroceder en el tiempo: Veremos con qué impulso regresamos al presente.
Cuando hace cinco siglos Guillermo de Orange y aquellos díscolos habitantes de la Península itálica, entre otros, pusieron en marcha la maquinaria propagandista que Julián Juderías, allá por 1914, dio en bautizar como leyenda negra, aunque se olvida con facilidad que fue Emilia Pardo Bazán en 1899 el primer intelectual español que empleó ese término, ni el mayor de los optimistas pudo imaginar que tal maquinaria de falsedades iba a gozar de tan buena salud, sobre todo si una parte de los adoradores de tal cantidad de patrañas resultan haber nacido en la tierra que tanto odio les despierta. Cabe la posibilidad, ante la ausencia de un psiquiatra de cabecera, que tales defensores sólo busquen redimir su inexistente porcentaje de responsabilidad histórica, mas si buscamos qué español puso de su parte para dar carnaza, no cabe duda que la presencia de fray Bartolomé de las Casas es de obligado cumplimiento,
Ahora, dando un salto temporal, nada mejor que poner la mirada en la España de principios del XIX por la que pululan unas élites que babean ante la luminosidad revolucionaria francesa de la que únicamente esperan la señal para saltar como infantes en busca de un sapo, hallándonos ante una singularidad histórica que no de otra manera se puede llamar (bueno, sí, pero contengo las ganas) el ansia porque su patria fuera invadida y pisoteada por la bota del genio corso. Entonces surge una pregunta ¿Existe otro ejemplo entre las naciones de nuestro entorno donde sus próceres desearan ser pasto de un ejército invasor? Busco y no encuentro.
Regreso a FRANCO sin olvidar los motivos expuestos más arriba y que tanto pesimismo producen. En el transcurso de la Guerra Civil y ante las críticas de alemanes e italianos que consideraban que las operaciones militares eran muy lentas, el Caudillo explicó «las peculiaridades propias de la revolucionaria» contienda española, donde no sólo había un ejército en el frente de batalla, «sino también una considerable población enemiga». Y esa parte de españoles (creo que todos no) asumió la misión de exterminar al enemigo porque la República únicamente podía ser de izquierdas…
Tampoco puedo olvidar porque forma parte indisociable de esta reflexión, las corruptelas que se dan en el seno de la administración franquista, y aunque vender el alma por treinta monedas no es patrimonio de nadie, es cierto que dejarse alquilar por gobiernos extranjeros es de una gravedad indiscutible: Fuera en las años 50 o en 2025. ¿Cómo entender que Solís Ruiz, ministro del Movimiento, fuera quien «supervisaba las inversiones del rey marroquí [Hassan II] en España?». ¿Resulta familiar? ¿Cuántos políticos actuales con despacho oficial, trabajan para otros países. Son traidores?
¿De qué sirvió el sacrificio de una generación para convertir a España en una potencia industrial de primer orden si tras la aprobación de la Constitución faltó tiempo para iniciar el desmantelamiento de todo el tejido industrial siguiendo los dictados de la entonces Comunidad Económica Europea con Adolfo Suárez como alumno aplicado? Luego ocuparía el puesto de ‘administrador’ y liquidador esa organización que todos conocen.
¿Por qué tantos españoles odian a España. Por qué se odian?