viernes, 28 de julio de 2017

Una existencia

Nunca he sido partidario de compartir ni siquiera el ir y venir de las páginas de mi vida; de igual forma que no entendería la obligación de socializar el noble arte de respirar; o prolongar la vida de una estilográfica para dar gusto al vendedor y así confirmar que la suya ha sido la mejor trazadora de vocales y consonantes que ha pasado entre mis dedos.
Y así estoy, moderadamente orgulloso de mi existencia; y aquí estoy, en esta góndola desde la que observo los embates del mar, las caricias con las que la mar premia este instante de mi vida mientras leo, mientras escribo [y tal vez describo] las idas y venidas de esas páginas de aquel libro que me recuerda lo aislado que se puede estar, no en una isla, y sí en un islote, por muy grande que parezcan [el islote o la isla].
Así que, mientras la góndola protege mi vida, en tanto mi vida se tambalea como cualquier existencia que se precie, ignoro recuerdos, abrazo presentes y saludo ¿por qué no? al distante que en su góndola cuenta el paso de su vida, golpe de aspa tras golpe de aspa.

domingo, 23 de julio de 2017

El laberinto de un insensible

Su aproximación a la papelera fue digna candidata --o incuestionable ganadora-- de una tesis sobre la arrogancia.


Tras una breve pausa, acompañada de un sutil movimiento de muñeca, dejó caer dentro del recipiente el que instantes antes fuera el envoltorio de unas grageas para la tos. La dama hizo un breve apunte al estilo de los que Mahler concluyó; vamos, cual si fuera uno de sus lieder y quienes desde el patio de butacas fuimos privilegiados espectadores, nos miramos durante unos instantes y sin emitir sonido alguno concluimos que aquel momento debía ser borrado de nuestros tristes cerebros, porque no todo lo que aparenta interés conviene que ocupe el mínimo espacio sinóptico.