Se han inaugurado dos librerías. Estamos de enhorabuena.
En unos pocos meses, el distrito Puerto-Canteras en Las Palmas de Gran Canaria ha pasado de ser un páramo en cuanto a esta oferta cultural ha situarse a la vanguardia de la misma, más, teniendo en cuenta que hablamos de la novena ciudad española, que como otras, fue quedando huérfana de este tipo de establecimientos y sólo unas pocas librerías han resistido los múltiples embates que con diversos nombres emularon las hazañas de un Atila de saldo.
Debemos agradecer la valentía de unos empresarios que se han establecido a este lado del Atlántico para ofrecer más alternativas a todos aquellos que amamos la literatura y que además ejercemos el oficio de escritor. Tener al alcance de un paseo varios locales donde poder adquirir el texto buscado es una de esas experiencias tan gratas que no existe razón alguna para no aplaudir.
No obstante, y a pesar de la tristeza que supone, la desolación es aún mayor cuando se conoce a los acólitos, muchos de ellos hasta ayer puntas de lanza del respeto por las ideas ajenas y hoy voceros de esta barbarie que bajo nombres tan sutiles como cultura de la cancelación, inclusividad, corrección política o memoria histórica, suben a púlpitos desde los que ensalzan esta nueva época de sombras. Eso sí, en algunos casos, he sido testigo de los esfuerzos que hacen porque no se les note que todo es puro teatro; he visto cómo sudan cada una de las palabras que lanzan al viento por miedo a que el subconsciente les juegue una mala pasada, he visto su cara mostrando un rictus incompatible con el mensaje, casi emulando al Winston Smith orwelliano, mas de ellos es la responsabilidad de sus actos. Que no mendiguen empatía tras la puerta o en el silencio de la noche.
Efectivamente, ahora los palmenses, grancanarios y visitantes, podemos disfrutar de dos nuevas librerías en el Puerto que visto el panorama, se han convertido en una suerte de Numancia desde la que resistir el intento por borrar, anular, quemar... todo aquello que los nuevos oráculos entienden que no casa con sus postulados. Son esas librerías otros tantos océanos en los que poder navegar y nadar mientras la nueva fe opta por chapotear en infectos charcos.