miércoles, 8 de febrero de 2023

𝗖𝗮𝗿𝘁𝗼𝗴𝗿𝗮𝗳í𝗮 𝗱𝗲 𝘂𝗻 𝗮𝗹𝗺𝗮

   Las Palmas de Gran Canaria es un mar encerrado en el ‘océano’ de Gran Canaria, una isla anclada en algún lugar del Atlántico que guarda entre sus pliegues a esa urbe de nombre tan largo y que tantos líos continúa provocando entre extraños, y lo más triste, también entre sus moradores a pesar que desde el Boletín Oficial del Estado de 17 de septiembre de 1940 se intentara poner orden. Pero claro, cuando no sabes cómo te llamas, el resto de las catástrofes llegan por una simple inercia.

   Quien haya paseado de la mano de Domingo José Navarro (1803-1896) ha disfrutado de la detallada descripción que conforman sus recuerdos decimonónicos palmenses en el libro de memorias Recuerdos de un noventón (1895) descubriendo cómo era la ciudad que en los albores del siglo XIX estaba amodorrada por el olvido y la desidia, sufriendo los embates del mar como aquellas piedras que luchan por no abandonar el calor que ofrece la costa. Y es por esa época donde se asienta la narración objeto de esta pieza.

El teatro en medio del océano (Destino, 2022), de Francisco Juan Quevedo.

   Entre 1867 y 1921 transcurren las historias que pueblan las páginas de la octava creación literaria del autor (finalista del Premio Nadal 2022), teniendo la construcción del Teatro Nuevo (que primero será bautizado como Tirso de Molina para acabar llevando el nombre del inmenso Benito Pérez Galdós) como telón de fondo de una novela que no sólo cartografía la ciudad, si no que elabora el mapa interior de Feliciano Silva, alias El Guirre, aquel niño, ese adolescente y este adulto que conforman un trío sin solución de continuidad que irá creciendo a la par que esa urbe macaronésica. Un personaje que cultiva su interior por gusto y por necesidad (don Nicanor mediante); un hombre cuya alma se estremecerá al escuchar arias de ópera con ese sentimiento que también desbordaba el pecho de algunas criaturas de Mario Puzo. La novela tiene otro guiño, en este caso relacionado con el realismo mágico: «Y miró hacia arriba y no vio ningún ave, nadie supo dónde se fueron al calcinarse sus dueños». Tanto uno como otro, sazonan adecuadamente a un texto de lectura y ritmo con oficio, que guía al lector propio como ajeno, por aquellas calles polvorientas de los inicios hasta detenerse, que no concluir, en las vías que fueron modificando la geografía urbana y humana de los palmenses y de Las Palmas de Gran Canaria.

   Conocer de dónde venimos o en el peor de los casos, que el origen suene de algo, puede ser el antídoto para entender hasta dónde se ha llegado, porque la realidad, por mucho empeño que se le ponga, jamás será desbordada por la ficción. Es la sangre que recorre nuestras venas la que hace factible la creación de los afluentes (la imaginación). Nunca fue tan necesario saber cómo nos llamamos.