Resulta que Teo Álvarez del Pino no es detective sino «un mero diletante del crimen» que en su tiempo libre acude al despacho de la Subdirección General de Vías Férreas del afamado Gobierno regional de Canarias donde sestea apaciblemente hasta la hora de cierre. Ocurre, que tan singular funcionario se ha tropezado con el recuerdo de un robo con asesinato acontecido en Las Palmas de Gran Canaria y que su instinto de investigador se remueve cual felino decúbito supino (!) ante la sospecha de que en tal asunto hubo más…
Aromas de crimen (Hora Antes Editorial, 2021) de Rubén Naranjo Rodríguez.
Ambientada en la capital grancanaria, el autor declara su galdosismo, dado que algunos de los personajes están bautizados con el nombre de otras tantas creaciones de Don Benito. Por ahí anda el doctor Teodoro Golfín en plan de intrépido reportero, un Federico Viera –que lejos de una Incógnita y o de cualquier Realidad– ha devenido en mecánico indolente con trazas de gandul militante. También aparecen Viridiana, Tristana y Marianela, ésta última, es la Nelita de la novela con una adorable participación entre tanto peluche. Continúo.
Por cierto, creo no haber contado que el paradero de un lienzo –parte del mismo– que se atribuye a El Bosco tiene una especial importancia en esta Novela oscura, bastante negra.
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