Se habla mucho de la España vaciada, es un asunto que está de moda, resulta un tema que ocupa minutos entre las lenguas de tertulianos, observadores de amplio espectro y bocas sedientas de temas sobre los que tratar, aunque pasados los minutos de rigor, el hastío con el que la ignorancia riega cerebros al borde del abismo, haga que el tema fallezca de forma natural. De todas formas, eso que dan en llamar vaciada es lo que algunos siempre conocimos como despoblamiento, una especie desertización originada por los humanos.
Los ingratos (Planeta, 2021) de Pedro Simón.
Dignidad, redención, supervivencia, cariño no correspondido, luego alcanzado y finalmente diluido por unos y aferrado a su alma por la otra. Por Emérita.
Nueve años, curiosidad, miedos, límites marcados entre surcos; una mujer donde él veía dos. Amigos, visita paterna hasta que un día acaba… Sarita que enseña el culo por cinco pesetas, pozos, hermanas y la señorita Mercedes: David.
Llegan al nuevo destino en 1975, «otra vez rumbo a lo desconocido». Una aldea que «vivía hacia dentro con el frío, como si de los caminos no viniera nada bueno».
«Las palabras escritas te hablan al oído». «Saben mejor las palabras bien puestas».
Y concluyo…
Como en toda novela que se precie, a lo largo y ancho de la misma hay retazos autobiográficos del creador,pero sobre todo, lo más importante es que Los ingratos está hecha con honestidad, sin mirar a la galería, cuidando el lugar de las palabras. Y en estos tiempos, a veces, encontrar literatura resulta harto difícil.
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