domingo, 11 de agosto de 2024

𝗘𝘀𝗰𝗮𝗹𝗼𝗳𝗿í𝗼 𝘁𝗿𝗶𝗰𝗼𝗹𝗼𝗿

 









   Frente a quienes se han proclamado guardianes de la libertad, cuya antorcha hereda el siguiente comité central, obligado éste a mantener encendido -con puño de acero- el pebetero pese a quien pese y cueste la vida y honra únicamente de los enemigos, surge un nuevo trabajo de investigación que descubre unos hechos en torno a los cuales, la izquierda patria guarda un infame silencio sepulcral… ochenta y ocho años después.

¿Cuál podría ser el asunto del que no dicen ni pío. Que parece que jamás existió y únicamente está ahí porque los fascistas no paran de dar el coñazo llorando como nenazas? ¡Las checas!

Pero…

Violencia roja antes de la Guerra Civil (ESPASA, 2024) Sergio Campos Cacho y José Antonio Martín Otín.

los autores han descubierto que esos centros del horror dieron sus primeros pasos antes de lo que muchos suponían (la madrileña checa de la calle Antillón, 4. Abril de 1936) y de esa grieta comenzó a supurar una ingente cantidad de pus -documentación- que Campos y Martín han sabido manejar con la destreza de un galeno experimentado, porque el hartazgo que generan las loas a la Segunda República es de tal dimensión que resulta ¿increíble? que aún provoque una suerte de hipnosis entre la tropa que mantiene, sin pudor alguno, que aquella época fue una especie de Arcadia (al estilo del Toledo de las tres culturas) a la que se le cortaron las alas para desgracia de nuestra historia.

   Pero si durante la lectura de Violencia roja… no salimos de un espanto para adentrarnos en otro, hay un aspecto que me ha impresionado sobremanera: La juventud de quienes fueron verdugos y víctimas. Unos jóvenes que habían «jugado de pequeños, compartido pillerías», pero que en el transcurso de la barbarie, aquellos que decidieron situarse en el lado de la libertad (FAI) se jactaban de su crueldad: «Los matemos a todos», tal y como recuerda José Moreno Villa, cuyo testimonio apunta que existía una «verdadera ansia de exterminio». Si esto no provoca un escalofrío tricolor, es posible que la sangre esté algo más que congelada, porque esa locura con tintes de psicósis izquierdista que ha empezado a cocinarse mucho tiempo atrás, nada mejor que recordar a Joseph Roth cuando en Fuga sin fin apunta que «La revolución no se hace contra la burguesía, sino contra los panaderos, contra los campesinos, contra los dueños de pequeñas verdulerías, insignificantes carnicerías y criados de hotel sin ningún poder».

   En España, las fuerzas revolucionarias habían comenzado con su estrategia de liberar al oprimido aunque para ello tuvieran que secuestrar, torturar y llenar de plomo (en las checas («fábricas del miedo») con pinta de centros culturales) a quien no estuviera por la labor.



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