martes, 3 de septiembre de 2024

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En literatura, y como si de un ge贸grafo se tratara, a los puntos cardinales se les conoce por el nombre de fuentes u or铆genes, y hasta all铆 acuden los aprendices de escribidores (suicidas los m谩s, ingenuos muchos y futuros imperfectos s贸lo unos pocos) con la intenci贸n de ‘beber’ (u orientarse) para calmar el 谩nimo, educar el esp铆ritu o confirmar las sospechas: el suicidio como soluci贸n est茅tica y opositar como remedio vital.

   Transcurr铆a la segunda mitad del siglo XIX y mientras Edgar Allan Poe embelesaba a los paisanos con cuervos o gatos negros, un ‘tal’ Pedro Antonio de Alarc贸n hincaba su particular pica en el Flandes de un g茅nero literario, a煤n, t铆midamente gris; la estaca se llamaba El clavo (1853) y se convert铆a en el primer relato de tem谩tica policial en la historia de la literatura espa帽ola, afirmaci贸n con la que, tal vez, no estar铆a de acuerdo Claire Nicolle Robin, estudiosa de la obra de P茅rez Gald贸s e hispanista, que en el IV Congreso Internacional Galdosiano (1990) present贸 una comunicaci贸n en la que afirmaba que gracias al relato La inc贸gnita (1889), don Benito ostentaba ese honor porque reun铆a «los ingredientes de la novela polic铆aca para plantar un problema en t茅rminos modernos: el an谩lisis de una sociedad, de los comportamientos de ciertos individuos en determinadas situaciones, e indagaci贸n de los fundamentos profundos de la sociedad, fundamentos en que se asienta gran parte de su solidez, vigencia y posibilidad de recuperaci贸n».

   Antes de continuar, creo necesario un alto para incluir una reflexi贸n que entiendo muy interesante, una consideraci贸n que sostiene Rosa Navarro Dur谩n (Figueras, 1947), la que fuera catedr谩tica de Literatura espa帽ola en la Universidad de Barcelona y tras su jubilaci贸n, profesora em茅rita del indicado centro universitario, que afirma que «Cervantes, en sus novelas, utiliza trucos y recursos que luego ser谩n esenciales para la novela polic铆aca». As铆 mismo, la gran experta en la obra de Miguel de Cervantes, contin煤a con su afirmaci贸n apuntando que el creador del Quijote tambi茅n tiene personajes que son aut茅nticos detectives, como la protagonista de La fuerza de la sangre (una de las novelas ejemplares de Cervantes), que es «una mujer estupenda que act煤a como un aut茅ntico detective e, incluso, coge una prueba para luego demostrar que lo que ella dice es cierto. Son esos trucos de novela polic铆aca», concluye. Interesante, ¿verdad que s铆? 

Otro paso

   Y en este asunto de saber qu茅 fue antes, es conveniente recordar a Juan Ignacio Ferreras, que en su Estudio de la novela espa帽ola por entregas: 1840-1900 sit煤a en las decimon贸nicas d茅cadas de los a帽os 40 y 50, la fecha de nacimiento de las novelas de cr铆menes espa帽olas, deudoras, a su vez, de una serie de relatos costumbristas que hab铆an creado afici贸n. Tambi茅n opina Ferreras en torno al relato de Alarc贸n, del que afirma que «se aleja de la novela polic铆aca» porque su carga sentimental y melodram谩tica aproxima esta obra a la tradici贸n de las novelas de cr铆menes: Polic铆as, cr铆menes que parecen accidentes o incidentes que aparentan otra cosa ¡Ay, Se帽or!, el humano ser se tropieza con los sentimientos y con los encasillamientos, que como traviesos elfos, siempre est谩n haciendo de las suyas.

Sobre ese clavo alarconiano habla Emilia Pardo Baz谩n, una gran admiradora del escritor granadino a quien por El sombrero de tres picos, su obra cumbre, dio en calificar como «el rey de los cuentos espa帽oles», alabanza realizada veinti煤n a帽os despu茅s de que, al parecer se dice, se comenta o rumorea, la coru帽esa diera por criticar El clavo al considerarlo una copia de la novela corta Le clou del franc茅s Hippolyte Lucas. No obstante, qui茅n sabe si pudo darse el caso, que no lo s茅, de que ambas glorias de las letras hispanas tuvieran la posibilidad de exponer sus argumentos, vaya usted a saber, si en una tertulia o un encuentro casual m谩s all谩 de los l铆mites de la realidad conocida.

   Pero antes de llegar a P茅rez Gald贸s; ¡anda, ya! ¿don Benito por estos lares?, (amigo Manso, no se sorprenda tanto) no puedo por menos que ralentizar mi recorrido y reconocer que pasear, p谩gina tras p谩gina por El clavo, fue una grata experiencia, tanto por la aventura como por el dise帽o de los personajes. Alarc贸n desplaza la pluma sin estridencias dibujando a un Felipe, narrador y tipo galante, que se reencuentra con su amigo, Joaqu铆n Zarco, juez de Primera instancia, a quien el amor desgarrar谩 su coraz贸n en un tri谩ngulo casi perfecto que cierra el singular binomio formado por Gabriela-Blanca. La intriga est谩 a punto de saltar por los aires, porque no se debe olvidar que hay un asesinato de por medio con pieza met谩lica incluida, y como dice Felipe dirigi茅ndose al lector, esa es una situaci贸n que «os agita ya a vosotros».

   Cuando de una reflexi贸n sobre los or铆genes de la novela polic铆aca espa帽ola se trata, es posible que se evite mentar al maestro P茅rez Gald贸s, porque es verdad que no es un g茅nero que el escritor grancanario tocase con gran inter茅s, pero no es menos cierto que la aproximaci贸n al mismo tiene su g茅nesis en el asesinato de la calle de Fuencarral (incluir铆a el crimen del cura Galeote) y tal como afirma Pedro Ortiz-Armengol en Vida de Gald贸s, (la biograf铆a de referencia hasta la aparici贸n en 2020 del trabajo de Germ谩n Gull贸n. Por cierto, ambos textos no son excluyentes) ese terrible suceso puso a don Benito «en la pista de la novela con misterio polic铆aco y psicol贸gico» y de ah铆 hasta que escribe La inc贸gnita s贸lo hay un paso.

   No obstante, un asunto ronda mis atribuladas neuronas cuando se entra en la senda de santificar qu茅 es novela gris, negra o polic铆aca y qu茅 no, entonces fijo mi dioptr铆as en el creador de los Episodios Nacionales y me pregunto ¿C贸mo calificar, (respetando el consenso general sobre su estilo) ese monumento que lleva por t铆tulo Misericordia?

   Sin lugar a dudas, al menos para m铆, la novela negra (s铆, esa que no precisa de v铆sceras para contar una historia) debe todo su cuerpo ideol贸gico al movimiento realista, ¡y vive Dios! que si hay un maestro en tales lides 茅se no es otro que don Benito; luego, pasar谩n muchos a帽os hasta la irrupci贸n a mitad del siglo XX de una serie de escritores espa帽oles que tocan el g茅nero como medio para representar la situaci贸n sociopol铆tica nacional… aunque ese es otro asunto.

Pero ¿Qu茅 hace que La inc贸gnita, 煤nica novela epistolar de P茅rez Gald贸s, sea considerada como miembro de pleno derecho del g茅nero policial? Bueno, el asunto no tiene dudas para Nicolle Robin, que unos p谩rrafos m谩s arriba deja bien claro cual es su pensamiento; todas las del mundo (dudas, claro est谩) para Ferreras, pasando por un Gonzalo Sobejano que se refiere a que el t铆tulo «parece alusivo a un misterio de novela polic铆aca».

   En esto de leer e interpretar lo le铆do pueden darse tantas explicaciones como agujeros tiene la capa de ozono, y aunque mientras se pasa de una p谩gina a otra, escasa pinta policial, criminal o gris oscuro puede hallar el lector, hasta tal punto que, m谩s que una inc贸gnita, sea el desconcierto la sensaci贸n que invade el alma, es probable que un leedor de nuestro tiempo (o eso creo) intuya que una est茅tica familiar sobrevuela el texto: El relato galdosiano se asemeja a la c谩mara subjetiva cinematogr谩fica que en este caso toma prestados los ojos de Manuel Infante, dado que toda la historia pasa por el tamiz de ese personaje (muy suyo) al que el lector podr谩 conceder el grado de fiabilidad que estime oportuno.

Consumida la lectura de m谩s de la mitad de las cartas, surge esa parte de misterio, y tal como afirma uno de los personajes «la santa verdad no la encontrar谩s nunca si no bajas tras ella al infierno de las conciencias» y ser谩 completamente desvelada (y lo recomiendo de verdad) cuando lea Realidad (1889). Y hasta aqu铆 puedo escribir.

Por cierto, que a Emilia Pardo Baz谩n le encant贸 tanto La inc贸gnita, que escribe a su estimado amigo Gald贸s: «Me he reconocido en aquella se帽ora [se refiere a Augusta] m谩s amada por infiel y trapacera ¡V谩lgame Dios, alma m铆a!». Y prosigue do帽a Emilia a帽adiendo: «Puedo asegurarte que yo misma no me doy cuenta de c贸mo he llegado a esto».


Do帽a Emilia

«Usted necesita hacer cosas que presten a su vida violento inter茅s (…)»; «no viaje usted por tierras; explore almas. No hay vida humana sin misterio (…)». Con estas palabras es dif铆cil no sentir curiosidad por conocer a qui茅n van dirigidas esas afirmaciones tajantes cuando descubrimos que la pluma que las ‘pint贸’ estaba sujeta por una de las manos de Emilia Pardo Baz谩n que dada «su fascinaci贸n por el misterio, la tragedia y el crimen como motivo literario la llevaron a incursionar en la literatura de corte policial», hasta el punto de que la cr铆tica especializada la reconoce como «la iniciadora de este g茅nero en Espa帽a», seg煤n afirma Concepci贸n Bados Ciria, doctora en Filolog铆a hisp谩nica.

   Esa afici贸n por el misterio hunde sus ra铆ces en su colaboraci贸n en la revista Ilustraci贸n Art铆stica de Barcelona donde en su columna titulada ‘La vida contempor谩nea’ la escritora gallega se hac铆a eco de los m谩s diversos hechos crueles. En esos art铆culos enmarcados en motivos policiales, adem谩s de criticar la violencia que engendra la sociedad, Pardo Baz谩n abri贸 la puerta en torno a reflexionar sobre la necesidad de reformar el sistema penal, un extremo en el que coincide con Gald贸s quien en El crimen del cura Galeote apunta la necesidad de crear «manicomios penitenciarios».

En cuanto a que su afici贸n por las noticias de 谩mbito criminal, por la realidad tal cual, por ejemplo, impidiera que Pardo Baz谩n no se esforzara en la elaboraci贸n de sus obras de ficci贸n, fue un extremo que lleg贸 a tomar carta de naturaleza, hasta tal punto, que el propio Miguel de Unamuno escribi贸 un art铆culo, poco despu茅s de la muerte de la escritora, en el que afirmaba que «Muchas veces le he o铆do que ella no inventaba ni personajes, ni caracteres, ni situaciones, ni escenas». Como sea que esa duda rondaba antes de su 贸bito, Baz谩n la despej贸 se帽alando que para el dise帽o de sus tramas «prefer铆a eximirme del realismo servil» con el fin de tener «m谩s libertad para crear el personaje».

Sigamos pues

Las frases que abren este apartado pardobazaniano provienen de La gota de sangre (1911) que junto a Misterio (1905), La cana (1911), o Belceb煤 (1913), conforman una parte del bagaje criminal de una de las glorias de la literatura nacional.

No es mi intenci贸n destripar, aunque fuera t铆midamente, cada uno de estos relatos que tan bien escribi贸 la condesa y cuya lectura recomiendo, pero tampoco me resisto a dejar pasar la oportunidad de paladear algunos momentos de, por ejemplo, La gota de sangre, cuando uno de sus personajes, Ignacio Selva se descuelga con esta afirmaci贸n: «Las sombras no est谩n en los cr铆menes, sino en los entendimientos. Apenas hay crimen sin rastros claros y elocuentes»Y ya que estoy en racha ofrezco esta perla de pura camarader铆a, cuando Ariza le suelta a su amigo Selva: «No comprendo por qu茅 le interesa mi honor» y sin esperar demasiado recibe la respuesta: «Por esp铆ritu de clase».

Y como sucede con casi todo en esto que han dado en llamar vida, esta pieza que ha reunido un nutrido equipo de consonantes y vocales, llenas de armon铆a unas veces, y otras no tanto, llega a su final, pero no ser谩 antes de recordar lo que, a modo de declaraci贸n de intenciones, dijo Emilia Pardo Baz谩n en 1909, dos a帽os antes de escribir La gota de sangre: «Cuando leo en la prensa el relato de un crimen, experimento deseos de verlo todo; los sitios, los muebles, suponiendo que averiguar铆a mucho y encontrar铆a la pista del criminal verdadero».



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