domingo, 23 de julio de 2017

El laberinto de un insensible

Su aproximación a la papelera fue digna candidata --o incuestionable ganadora-- de una tesis sobre la arrogancia.


Tras una breve pausa, acompañada de un sutil movimiento de muñeca, dejó caer dentro del recipiente el que instantes antes fuera el envoltorio de unas grageas para la tos. La dama hizo un breve apunte al estilo de los que Mahler concluyó; vamos, cual si fuera uno de sus lieder y quienes desde el patio de butacas fuimos privilegiados espectadores, nos miramos durante unos instantes y sin emitir sonido alguno concluimos que aquel momento debía ser borrado de nuestros tristes cerebros, porque no todo lo que aparenta interés conviene que ocupe el mínimo espacio sinóptico.

                                          

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