El libro había
desaparecido ante los atónitos ojos de Galdós. Tras una intensa búsqueda, las
pistas lo condujeron a la calle El Aduaz. Desde allí se desplazó hacia Antón
Caballero, donde una amable doctor Centeno le dio un rastro que siguió, entre
el bullicio proveniente de Ayacuchos.
@ndamaso65
Desanimado, cruzó el Infinito y en una acogedora
plaza, junto a un banco y una fuente, halló unos ojos que devoraban esas
páginas. Y Don Benito, sonrió.
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